Érase una vez una compañera de trabajo (Anastasia) que le prestó su pen drive a otra compañera de trabajo (Ana). Ana se quedó con su pen drive durante mucho tiempo. Uno de los días que se lo fue a devolver, no la encontró en la oficina, así que tuvo que dárselo a otra persona que la viera lo suficiente y en quien pudiera confiar para que fuera devuelto sano y salvo.
Es ahí donde entro yo.
Ana me dio el pen drive de Anastasia, así que lo puse en el bolsillo de mi camisa, con la intención de dárselo al día siguiente. ¿Por qué no lo dejé en la oficina y se lo daba al día siguiente? No se. Esas son cosas que uno se pregunta luego de que sucede un evento importante. El hecho es que tenía el pen drive en mi camisa y me lo llevé a la casa.
Al día siguiente, cuando llegué a la oficina, obviamente vi a Anastasia y me acordé que el pen drive estaba en mi casa. Lo había dejado en el bolsillo de la camisa. Lo primero que pensé fue en llamar a la casa por si acaso les daba por lavar hoy, pero como no había nadie en la casa y generalmente lavan el fin de semana, no me preocupé. Además, Anastasia me había dicho que el pen drive era contra agua.
Obviamente, cuando llego ese día a la casa y voy a la cocina, mi mamá está lavando. Busco entre las cosas que todavía no han sido lavadas, pero no está la camisa. Así que voy hacia la secadora, esperando lo peor, y ahí está la camisa. El problema es que el pen drive no estaba ahí, y tampoco en la secadora. Pregunto: 'Mamá, ¿tu sacaste un pen drive de una camisa?'. Por supuesto su respuesta es 'yo nunca saco nada'. ¡AGH! Voy hacia la lavadora y hurgando entre la ropa encuentro el pen drive en el fondo. Ahí estaba. Desupés de quien sabe cuanto tiempo de lavado con agua y jabón.
Pues esta historia termina feliz, ya que el pen drive termina estando sano y salvo. Pudiera decir que lo hice a propósito para ver si en verdad era contra agua.